En primer lugar debemos tener siempre en cuenta que lo más importante para conseguir una correcta higiene bucal, es utilizar adecuadamente tanto el cepillo como el hilo dental (o en su defecto el cepillo interproximal). La explicación a esto radica simplemente en que son ellos los que realizan la limpieza “mecánica” de la cavidad bucal, por lo tanto la cantidad de pasta dental a utilizar pasaría a un segundo plano.
Bien es cierto, que guiados por el marketing que llevan a cabo estos productos llenamos completamente el cepillo de pasta dental, dando lugar a que el paciente realice una peor limpieza “mecánica”; pues el frescor producido por la mayor cantidad de pasta dental origina una falsa sensación de limpieza, y en definitiva menor intensidad cuando se lleva a cabo la parte “mecánica” de la limpieza.
Teniendo en consideración todas estas premisas, podemos decir que la cantidad a depositar en la superficie del cepillo dental, solamente debe ser un tercio de su longitud o de manera más gráfica: “Como el tamaño de un guisante”. De esta forma, realizaremos una limpieza “mecánica” correcta y aprovecharemos todos los beneficios que nos proporciona la pasta dental (disminución de la aparición de manchas en el esmalte, retardo en la colonización de la placa dental, mejoría en la hipersensibilidad de las encías y un aliento más fresco).